En un mundo donde prevalece la mentira y
la desconfianza cualquier intercambio con otro ser humano siempre aporta y
enaltece. Por esa razón, compartir los
secretos de la guantanamera Anselma Betancourt, Doctora en ciencias de la salud y devota de la Virgen de la Caridad del Cobre, es un
pequeño pero invaluable privilegio.
Quizás lo primero que sorprenda de ella
sea la franqueza como revela sus más íntimos sentimientos, o tal vez su fe en
el poder de los dioses reverenciados en las religiones afrocubanas. Esto ultimo,
controversial por tratarse de una eminente científica, que desanda buena parte
del mundo entre conferencias y postgrados y por demás reside en una isla que asume el materialismo
como filosofía oficial.
Sin embargo, para Anselma no existe
contradicción alguna: ella se considera una privilegiada porque nunca tuvo que
negar sus creencias, aunque según su mirada, Dios existe pese a que uno crea en
él o no.
Tal vez debido a esa fe, asegura y narra
con absoluta precisión cómo presintió la muerte de su padre a pesar de
encontrarse a más de mil kilómetros de distancia uno del otro.
Y es que la convicción la acompaña hasta
en los deseos más íntimos. Aunque rebasa la edad que los especialistas consideran
adecuado para el embarazo, Anselma continúa intentando este milagro porque es quizás
la meta que más añora.
Para ella, los términos: nunca, jamás,
son palabras muy grandes, muy categóricas mientras uno existe. Asegura que si
ora, además de la contribución de ella y su pareja, el milagro será posible.
Contrario a lo que persiguen buena parte
de los seres humanos, Anselma no desea conocer los misterios del futuro. Prefiere
vivir cada día, levantarse cada mañana y dar gracias a dios por estar.
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